A menudo, cuando hablamos de cambio climático, la mayoría piensa en la acumulación de gases de efecto invernadero en la atmósfera, en concreto del dióxido de carbono o CO2. Sin embargo, al centrarnos solo en la atmósfera obviamos un elemento importante del proceso del ciclo del carbono: los suelos.
Los suelos son el segundo mayor sumidero de carbono del planeta, tan solo por detrás de los océanos. Son, por lo tanto, un elemento fundamental para poner freno a algunos de los efectos negativos del cambio climático. Pero solo pueden ofrecer este servicio ecosistémico cuando se trata de suelos sanos, ajenos a la acción del hombre o gestionados de manera sostenible y responsable.
La retención de carbono por parte del suelo se produce de la siguiente manera: la vegetación presente en el suelo capta el CO2 atmosférico; cuando una planta muere, se incorporará al suelo en forma de carbono orgánico. Por lo que las plantas no solo contribuyen a la retención de carbono en el suelo, además lo convierten en un suelo fértil y estable, con buena capacidad de infiltración.
¿Cómo afecta el cambio climático a los suelos?
Dependiendo de las características del ecosistema, el cambio climático afectará de distintas maneras al suelo.
Los cambios de uso en un suelo, como la deforestación de los mismos para su uso agrícola, el abandono de cultivos, etc., agrava las consecuencias de los efectos del cambio climático. Cuando se retira la capa de vegetación que cubre una zona, el suelo queda más expuesto a la erosión por viento o escorrentía. Las capas superficiales se pierden poco a poco, llegando a quedar expuesta la capa de roca si no se pone remedio.
Como contrapunto, un exceso de vegetación también puede ser perjudicial. Una subida generalizada de las temperaturas en el planeta podría propiciar el aumento de la descomposición de la materia orgánica que se sitúa en las capas superficiales del suelo, sufriendo ésta una mayor tasa de mineralización. Como consecuencia, disminuye la disponibilidad de carbono orgánico, que serviría como nutriente para la vegetación. Además, un producto de desecho de la descomposición de esa materia orgánica es el CO2, que iría a parar a la atmósfera.
Servicios ecosistémicos del suelo
Un suelo sano y cubierto de vegetación almacena carbono atmosférico y lo transforma en carbono orgánico, gracias a la transformación del mismo por parte de las plantas a través de la fotosíntesis. Pero no es este el único beneficio que obtenemos de los suelos.
Las raíces de las plantas sujetan las capas superiores del suelo, reteniéndolo y evitando que se desprenda arrastrado por los agentes erosivos naturales como el agua o el viento. En época de lluvias, las profundas raíces de algunas plantas facilitan la infiltración del agua a las capas más profundas del suelo, mientras que en épocas de sequía, esas mismas raíces acceden al agua disponible en los acuíferos del subsuelo. Esto la pone a disposición de los animales en la superficie.
Desgraciadamente, la erosión de los suelos nos hace entrar en un círculo vicioso: un aumento de los efectos del cambio climático deriva en mayor frecuencia de fenómenos meteorológicos extremos, como lluvias torrenciales, inundaciones, periodos prolongados de sequía… Lo que contribuye a una mayor erosión del suelo y al aumento de la desertificación y menor capacidad de retención de carbono por parte de ese suelo.
Es por ello que desde Life Adaptamed trabajamos por la mejora en la gestión de los suelos de los Espacios Protegidos de Sierra Nevada, Cabo de Gata y Doñana, poniendo en práctica métodos de gestión adaptativa.