En un territorio de alto riesgo erosivo que cuenta con fuertes pendientes y escasa cubierta vegetal, la restauración de estos muros de piedra en seco ayuda a frenar la pérdida y el empobrecimiento del suelo, además de aumentar la retención de agua, siguiendo un sistema ancestral reconocido por la UNESCO como patrimonio cultural inmaterial de la Humanidad. En la finca pública de los Escullos del Parque Natural Cabo de Gata-Níjar, el proyecto LIFE Adaptamed ha reconstruido hasta 1.000 metros lineales de balates durante los últimos años.
Los balates: una tradición agrícola propia de las laderas del Mediterráneo
Los balates son unos pequeños muros construidos con piedras en terrenos abruptos o en pendiente, que permiten crear un terraplén estrecho, en forma de bancal o terraza agrícola. Frente a la dificultad de llevar a cabo una agricultura y cultivos convencionales en terrenos rocosos de gran desnivel, frecuentemente castigados por la erosión, los balates permiten ganar suelo creando un espacio fértil que aprovecha las precipitaciones y retiene las aguas superficiales.
Como muros de mampostería, los balates son construidos en seco, encajando las piedras entre sí sin emplear argamasa y rellenando el interior con pequeñas piedras o ripios a modo de carga. Las piedras, que habitualmente supondrían un escollo para cultivar el terreno, son en cambio aprovechadas en esta construcción.
Según Rafael Yus Ramos de GENA-Ecologistas en Acción, “tomando como ejemplo la construcción de un bancal de unos 3 m de altura (la anchura dependerá́ de la pendiente), el proceso se inicia labrando una zanja de unos 50 cm que actuará de “cimiento”. En esta zanja se encajan las rocas más grandes. Encima, y con una anchura de unos 50 cm se va colocando 2-3 hileras de rocas medianas, procurando que la cara más plana quede fuera y que encajen bien, formando la cara“.
También en las Alpujarras en el espacio natural de Sierra Nevada y en la comarca de la Axarquía, este sistema, introducido por los árabes, ha sido empleado desde hace siglos por los agricultores para proteger la delgada cubierta vegetal. En estas comarcas, las violentas lluvias torrenciales propias de la climatología mediterránea suponen un alto riesgo de erosión y deslizamiento de suelos causado por las inundaciones y la escorrentía. Gracias a su sistema de drenaje, los balates permiten aumentar la infiltración de las aguas y almacenarlas para su uso en el riego natural.
En este sentido, el investigador y ambientalista J. R. McNeil relaciona el abandono de la terrazas agrícolas con la progresiva erosión de las Alpujarras en 4 fases históricas: la primera tras la Reconquista, donde la expulsión de los árabes trajo consigo la pérdida de las técnicas de riego y el conocimiento del terreno, la segunda a finales del s. XVIII con la expansión de la minería y la agricultura, la tercera durante la desamortización y, por último, la despoblación y el abandono de suelos en nuestros días.
Desde el Líbano, a los montes Pónticos en Turquía, la cordillera del Atlas en Marruecos o las islas Baleares, las terrazas agrícolas conforman un “paisaje cultural” típico del Mediterráneo, testimonio de cómo la actividad humana ha contribuido a adaptar los ecosistemas montañosos ante los efectos del clima.
El peligro de la erosión en Cabo de Gata
El Parque Natural de Cabo de Gata-Níjar cuenta con uno de los índices de precipitación más bajos de la Península. La escasez de recursos hídricos y de suelo cultivable junto con la poca profundidad de sus suelos y los fuertes procesos erosivos están provocando un abandono de los cultivos tradicionales, en favor de la expansión de la agricultura intensiva y los invernaderos, centrados en el cultivo del tomate, el calabacín, los pimientos y melones.
El desarrollo de esta agricultura intensiva en las comarcas limítrofes del Parque Natural, como en el Campo de Níjar, pueden aumentar la presión que ejerce sobre la zona protegida por el intento de aumentar la superficie cultivable, como señala el Plan de Desarrollo Sostenible del Parque Natural Cabo de Gata-Níjar (2011)
En este sentido, la restauración de los balates como parte del proyecto LIFE Adaptamed pretende proteger el suelo del Parque Natural, no sólo por sus beneficios para la agricultura, sino también por contribuir a la capacidad de este ecosistema de secuestrar dióxido de carbono y regular los ciclos de agua, tan importantes en el actual escenario de cambio climático. Próximamente, el proyecto LIFE Adaptamed pondrá en marcha técnicas de manejo agrario y pastoreo tradicionales como medidas complementarias.
Beneficios para la conservación de la biodiversidad del parque
En Cabo de Gata, los balates han sido utilizados para el cultivo tradicional en secano de cereal, motivo por el cual se observan tantos molinos hoy en día. Estos cultivos tradicionales son el refugio de aves estepáricas como la ganga ortega (Pterocles orientalis), la codorniz (Coturnix coturnix) o el alcaraván (Burhinus oedicnemus), así como de especies cinegéticas como la perdiz (Alectoris rufa). Por otro lado, los balates de piedra seca también sirven de refugio a fauna, especialmente reptiles e invertebrados, pero también aves que utilizan sus huecos para nidificar.
Bibliografía
Plan de Desarrollo Sostenible del Parque Natural Cabo de Gata-Níjar
http://www.juntadeandalucia.es/medioambiente/site/portalweb/menuitem.7e1cf46ddf59bb227a9ebe205510e1ca/?vgnextoid=c6d84183efc69010VgnVCM1000000624e50aRCRD
Los balates: ¿un patrimonio de la humanidad en extinción? Revista el Observador. Rafael Yus Ramos
http://www.revistaelobservador.com/images/stories/envios_18/noviembre/balates1.pdf
Conocimientos y técnicas del arte de construir muros en piedra seca, UNESCO
https://ich.unesco.org/es/RL/conocimientos-y-tecnicas-del-arte-de-construir-muros-en-piedra-seca-01393
The Mountains of the Mediterranean World, J. R. McNeill