El papel de los espacios protegidos como suministradores de beneficios o servicios ecosistémicos se está constituyendo en una perspectiva esencial de la conservación del medio natural. Transitar desde el concepto ‘Espacios Protegidos’ al concepto ‘Espacios Protectores’ implica reconocer los muchos y valiosos beneficios que la naturaleza y la protección e los hábitats mejor conservados nos puede conferir. Efectivamente, los bosques, ríos, playas, matorrales y montañas proveen una enorme diversidad de servicios y bienes. Los servicios de abastecimiento, aquellos que aporta directamente el ecosistema, son uno de los ejemplos más evidentes y claros. Entre estos servicios de abastecimiento podemos nombrar los aportes de agua, plantas de uso medicinal, miel, energía, setas, madera o productos agrícolas. Los servicios de regulación, como la retención de suelo y el control de la erosión, la regulación climática, la polinización o el control de inundaciones también son de enorme importancia. Estos servicios de regulación son aportados de forma indirecta por el ecosistema. Finalmente, también podríamos hablar de servicios de tipo cultural, no materiales. Entre estos podemos citar como ejemplos el uso recreativo de los espacios naturales, los valores estéticos o el valor como suministradores de conocimiento científico. Esto último cobra especial sentido en una era en la que los espacios protegidos se yerguen como enormes laboratorios naturales donde estudiar los efectos de fenómenos de enorme calado como la actividad antrópica sobre los procesos naturales o el cambio climático, entre otros.
En definitivas cuentas, los espacios naturales aportan a la sociedad bienes y servicios de enorme valor y que actualmente se están viendo afectados por el inexorable impacto del cambio climático. Estos impactos se prevé que se agraven en un futuro próximo y están repercutiendo de forma dramática en la funcionalidad de los sistemas naturales y en consecuencia sobre la capacidad que éstos tienen para suministrar servicios ecosistémicos. La adaptación de los ecosistemas al cambio climático puede ser clave en este contexto. ¿Cómo hacemos de un bosque un ecosistema más resistente a la escasez de precipitación, a la impredecibilidad en las nevadas, al incremento de las temperaturas o a la irrupción de plagas forestales? Esta es la clave de Life Adaptamed: gestión adaptativa para la protección de servicios ecosistémicos ante un escenario de cambio climático.